María Águeda Moreno Moreno

Profesora Titular. Departamento de Filología Española. Universidad de Jaén


1. ¿Cómo llegaste a interesarte por la relación entre el ser humano y el mundo vegetal?

Todo lo que tiene que ver con mis intereses por conocer sobre cualquier cosa viene de mi atracción por saber cómo ese conocimiento se ha traducido en lenguaje. De modo que son las palabras las que me han llevado al mundo vegetal y la lengua a descubrir la relaciones que se dan entre el ser humano y las plantas. En este sentido, los diccionarios son una caja llena de tesoros, casi un objeto fetiche de consulta, pues confiamos en sus datos y esperamos de él entender muchas cosas de nosotros mismos, por ejemplo, que hemos aprendido a conocernos y a describirnos mirando a las plantas, es decir, “nos pensamos como plantas”. Así, por ejemplo, para hablar de nuestra estatura hacemos uso de formas como espigado, talludo, alto como un pino, chaparrudo, o para hablar de nuestra corpulencia señalamos que somos fuertes como un roble. También hablando de apariencias decimos que alguien tiene buena planta, que es bien plantado, un esparraguín o un pimpollo, que es como una perita en dulce o más feo que el cárabo del castañar. 

2. ¿Qué aporta tu trabajo en este sentido a la sociedad?

Describir la lengua y sus significados es enseñar cómo se ha pensado y construido nuestra cultura. Es entender los “modos de hacer” del ser humano. La lengua conecta directamente con nuestra realidad física y conceptual, por eso muestra un mundo mayor, una realidad que transciende lo material. Mostrar esa fuerza que tiene la lengua contribuye al desarrollo de personas libres: preparados para conocer los conceptos sociales y culturales que nos rodean, libres de construir los propios y capacitados para usar la lengua y expresar con ella todo con propiedad. 

3. ¿Y a la cultura?

La cultura es una acción humana, por eso la lengua, en tanto acción humana, es cultura. Trabajar con la lengua y, por ejemplo, estudiar el mundo vegetal desde ella, permite ver cómo han sido los modos de relacionarse el hombre con la naturaleza y con ello conocer y describir un modo de cultura. Por     ejemplo, existe una planta muy bonita cuyo nombre científico es trachelium caeruleum, su nombre popular es flor de la viuda. En un primer momento, bien podríamos pensar literalmente que la planta estuvo unida a prácticas y costumbres femeninas ligadas al estado de viudez y de luto, y de ahí su nombre. Pero nada más lejos de la realidad. La flor ha tenido un uso importante como flor cortada, por su larga duración, de ahí que frecuentemente sea usada en ornamentación. La planta al “estar cortada en flor” crea una semejanza conceptual con la viuda y tan solo con este ejemplo podemos ver y entender cómo se ha construido nuestra cultura, nuestra manera de pensar: la flor como ‘castidad’, de ahí ‘desflorar’ para referirse a la pérdida de virginidad; la virginidad ligada a la juventud y, por tanto, la flor como estado de mayor esplendor, belleza y capacidad reproductiva; la “viuda cortada” es como la flor en su mejor estado de juventud, salud y lozanía, esto es, en la “flor de la vida”. 

4. ¿Un lugar verde que sea especial para ti?

El bosque de olivos de Jaén.

5. ¿Tienes un libro o una película sobre la naturaleza (flora) que te haya marcado?

Sin duda, Macondo lugar y árbol mágico de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.

6. ¿Crees que el progreso humano ha deteriorado la relación hombre-planta?

No se podría decir qué no y obviar lo que dicen todos los expertos que nos avisan del cambio climático. Es más, en la lengua también se manifiesta esa “nueva manera (deterioro o pérdida)” de la relación hombre-planta: Jaén es tierra de olivos, de la relación íntima entre esos “aceituneros altivos” y su árbol nació una denominación femenina, oliva. Es casi una recreación poética similar a la que tienen los marineros con la mar. Es la feminización de la relación hombre-planta. Hoy, la industria tecnológica del olivar genera una relación menos íntima y menos humana. Tanto que nuestros jóvenes ya no hablan de olivas, sino que tienen el uso extendido (globalizado) en español de olivo. 

7. ¿Se pueden reconciliar ambos aspectos?

No sabría dar el remedio. No creo que esto lo curen preparados de botica cervantina, como el bálsamo de Fierabrás, pero sí es cierto que conocer nuestro pasado, y la lengua esto lo permite, nos lleva a nuestras raíces, y conocer nuestras raíces nos da comprensión sobre nuestro presente y puede ayudar a la prospección de nuestro futuro.

8. ¿Algo verde para comer?

El trigo convertido en pan.

9. ¿Y para oler?

El jazmín.

10. ¿Un deseo verde?

La humanización de las ciencias, con la conciliación entre las ciencias y las letras y, por tanto, del hombre con su entorno.




 

Ensaladas varias

A finales del siglo XV, Elio Antonio de Nebrija incluye en su Dictionarium ex hispaniensi in latinum sermonem o Vocabulario español latín (c. 1494), la expresión pluriverbal ensalada de iervas y la hace corresponder con la voz latina acetarium, ii. Ya Sebastián de Covarrubias, en el Tesoro de la lengua castellana o española (1611), caracteriza ensalada como “El plato de verduras, que se sirve a la mesa, y porque le echan sal, para que tengas mas gusto, y corrija su frialdad, se llamó ensalada: empieçase con ella la cena, y la mas ordinaria es la de las lechugas”.

En el siglo XVIII, los primeros académicos toman la definición que Covarrubias da a ensalada y autorizan el término con un fragmento de El Quijote (“que buscaba de todas hierbas para hacer ensalada”, tomo 1, capítulo 41). En la última edición del repertorio académico, casi tres siglos después, podemos leer “Hortaliza o conjunto de hortalizas mezcladas, cortadas en trozos y aderezadas con sal, aceite, vinagre y otros ingredientes”. También en la obra que sirve como fuente del léxico culinario en el primer diccionario de la RAE, el Arte de cocina (1611) de Francisco Martínez Montiño, cocinero de Felipe II y Felipe III, se recomendaba hacer “una ensalada de todas yerbas”.

Si atendemos a repertorios de especialidad, en el Diccionario general de cocina (1892) de Ángel Muro, comprobamos que este cocinero catalán dedica un extenso y denso artículo lexicográfico al lema ensalada. Cabe destacar la pregunta “¿Cuándo se sirve tan insípido manjar?”, a la que Muro responde que “en la comida, en el preciso momento en que el apetito ó el hambre han quedado satisfechos, se ha de comer la ensalada aliñada así ó asá, pero siempre con los caracteres de un aperitivo más ó menos pronunciado”. En cuanto al modo de hacer la ensalada en España, este gastrónomo indica que “después de lavada y sin escurrir el agua, se aliña á la buena de Dios en el acto de ser comida, con sal, aceite y vinagre. Algunas veces se incorporan cebolletas en la lechuga y tomates en la escarola, pero siempre cuidando de que tenga mucho caldo, para mojar en él pan ó bebérselo con cuchara ó directamente del plato”. 

En efecto, en mis recuerdos de infancia, de manera nítida, evoco la escena de una tía de mi padre preparando la ensalada de ese modo, con lechuga, aceite de oliva virgen extra, vinagre, sal y agua muy fría. Ensalada de/con/en caldo es el nombre que se le da a esta receta, que aún se elabora y que es muy típica en Málaga. 

Más adelante, Muro destaca las ensaladas francesas, en las que “toda hierba cruda, dulce ó amarga se adereza con variantes y guarniciones”, y destaca algunas recetas como la ensalada Francillón (con patatas aliñadas y marisco), la ensalada María Tubau (con patatas, huevos duros, espárragos, setas, trufas, o remolacha), la ensalada Demidoff (con patatas, trufas cocidas con vino de Madeira y con guarnición de hortalizas) o la famosa ensalada rusa (con legumbres crudas y cocidas, con un aliño, “que depende del gusto y maña del operador”), entre muchas otras (ensalada marinaensalada conferenciaensalada de pimientosensalada de salmónensalada de langostaensalada alemanaensalada alegreensalada de inviernoensalada de naranjas, etc.). Al final de artículo, Muro constata que “con las legumbres cocidas, en frío ó en caliente, se preparan muy buenas ensaladas”. Aquí destaca el gazpacho, “por ser el plato andaluz nuestra ensalada nacional”. Precisamente, el Vocabulario andaluz (1951) de Antonio Alcalá Venceslada considera ensalada voz de Jaén con el significado de ‘lechuga’ (por ejemplo, “Compró en la plaza patatas y ensalada”).

Además, si seguimos atendiendo a la variedad diatópica y consultamos el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española, constatamos cómo ensalada se considera una voz obsoleta localizada en Cuba: “Cu obsol. Refresco preparado con agua de limón, hierbabuena y piña”. En efecto, en el Fichero general de la Real Academia Española se recoge una cédula en la que ensalada queda registrada en el Vocabulario cubano (1921) de Constantino Suárez (“Refresco preparado en los cafés con agua, zumo de limón, hierbabuena, unas gotas de cierta substancia roja, azúcar o sirope y algunas tajadas de piña”).

Terminamos con un dato de índole histórica recogido por Muro en su repertorio, bajo el lema achicoria, “que se cultivaba con esmero en San Ildefonso, en tiempo de Felipe V, y se servía en invierno á la reina doña Isabel Farnesio, que gustaba mucho de ella en ensalada”. Ahí va la receta de la ensalada de achicoria incluida en el Diccionario general de cocina (1892), por si usted, ávido lector, se atreve a prepararla ya en el siglo XXI: “Se escoge la parte tierna y se pica menuda; se dan dos ó tres aguas para quitarlas bien la tierra, y bien escurrida, se adereza con aceite, ajos, cominos y sal bien molida; debe aderezarse una hora antes de comerla”.


Marta Torres Martínez

matorma@ujaen.es

Departamento de Filología Española. Área de Lengua Española. Universidad de Jaén. 

Hombrecillos


La yerba hombrecillos (o lúpulo, su adaptación popular desde el nombre científico en latín) es conocida principalmente por su utilización en la elaboración de la cerveza desde el siglo XI. En medicina se ha usado principalmente como sedante (pues calma y regulariza la actividad nerviosa) y como somnífero (pues induce al sueño al actuar directamente sobre el hipotálamo o por sedación general del organismo) en casos de insomnio, dolores de cabeza y/o nerviosismo. También se emplea para abrir el apetito y como digestivo.

Imagen: Humulus lúpulos. Fuente: Wikipedia

Pero si, como curiosidad, hoy nos preguntamos por el origen de esta denominación de hombrecillo, hay que señalar que no se encuentra información al respecto de manera directa. Como les ocurre a muchos de los nombres populares de las plantas, estos pueden ser arbitrarios, responder a una motivación que esté relacionada con las características notables de la planta o simplemente no se sabe a qué obedece su denominación. 

Esta planta es una enredadera, de tallo vivaz y trepador, se dice que semejante al espárrago en su fuerza y virtud y que mientras en las boticas se la conoce como lúpulo, en Castilla la llaman hombrecillos

En este sentido, y en un intento de entender su denominación pensamos que puede haber ciertamente una relación directa entre su naturaleza vegetal y su nombre hombrecillos. Partimos para ello de estos datos que pueden justificar esta motivación: en el Diccionario universal francés-español (1845) de Ramón Joaquín Domínguez y a partir de la voz francesa farfadé (Farfadets son criaturas del folklore francés, duendes del bosque) encontramos la siguiente definición vinculada a la voz de hombrecillo

 

Farfadet, s. m. far-fa-dè. Duende, trasgo, espíritu foleto, diablillo casero. || Fam. Chisgaravis, hombrecillo que se mete en todo, bullicioso y de poca importancia.

 

Pues bien, de manera similar al farfadet —hombrecillo que se mete en todo—, el lúpulo, en tanto enredadera y planta entremetida es como “un hombrecillo que se mete en todo”. La analogía es sencilla. Pero, sobre todo, en el modo de nombrar a las plantas, la analogía no es ocasional. 

Existe una manera de conocer el mundo vegetal que se interpreta desde el propio conocimiento del ser humano. Una manera de entender la planta como hombre. Así también el hombre como planta: de este modo decimos que “alguien tiene un buen tallo”, para referirnos a su tronco y estatura, que es “de buena planta”, que es “como la flor de la maravilla” o que “es un hombre de buena cepa”, entre otras muchas ocurrencias: la estirpe y linaje como árbol (genealógico); el ciclo de la vida (lo marchito, el florecer; la brotadura o floración y el marchitamiento de la planta como representación del auge y la crisis de la vida humana); la esencia y la naturaleza humana en formas como retoño y semilla; la mujer como flor; y las relaciones humanas como troncos y ramas entrelazados, imagen simbólica de las relaciones interpersonales, etc. Entender al ser humano como una planta o como las partes que la componen ha sido una manera de conocernos como seres que observamos la naturaleza y nos vemos reflejada en ella. Del mismo modo, esta metáfora aplica en la dirección opuesta (la planta vista y comprendida como ser humano) tal es el caso de la planta hombrecillos.

Al cabo, este lenguaje no solo es poesía, es la muestra de cómo manejamos ética y estéticamente la naturaleza y de cómo conceptualizamos lingüísticamente nuestra experiencia con ella. 


María Águeda Moreno Moreno

magueda@ujaen.es

Departamento de Filología Española. Área de Lengua Española. Universidad de Jaén. 



 

Pichas de fraile

La capacidad del ser humano para designar y estructurar la realidad, esto es, vincular una forma lingüística con un significado concreto, ha dado lugar a numerosas teorías y especulaciones. Las primeras reflexiones al respecto se localizan en la Grecia clásica; concretamente, en el Crátilo (IV a.C.) de Platón, donde se plantea una dicotomía esencial en el estudio del lenguaje: naturalidad –las palabras son realmente la esencia del objeto que nombran– frente a convencionalidad –las palabras son producto de un acuerdo tácito entre los miembros de una comunidad de hablantes–. Este debate perdura en el tiempo –por ejemplo, en la Baja Edad Media, las teorías nominalistas (convencionalistas) de Santo Tomás de Aquino o Guillermo de Occam, y las realistas (naturalistas) de San Agustín o Juan Duns Scoto– y llega hasta el siglo XX, momento en el que se produce un cambio en el paradigma lingüístico debido a la aparición de las teorías estructuralistas desarrolladas por Ferdinand de Saussure. 

Este lingüista consideraba que la relación que se establece entre una palabra y la realidad que designa no está motivada por factores humanos, sino que es arbitraria. De esta forma, consigue explicar, por un lado, los cambios que experimentan las lenguas con el paso del tiempo (lactuca > lechuga) y, por otro lado, las diferencias que existen entre las lenguas (esp. lechuga; ingl. letucce; fr. laitue; etc.).

Sin embargo, si nos detenemos un momento a pensar, a buen seguro encontraremos ejemplos en los que se percibe la influencia de factores extralingüísticos, tanto ideológicos como culturales cultural. Este es el caso de expresiones como está que explota, es un borrego, estaba hecho un Adán o la que motiva este texto: picha de fraile.

El pinsapo (Abies Pinsapo) es una conífera de la familia de los pinos (Pinaceae) cuya distribución en Europa se restringe al sur de España, principalmente a Málaga y Cádiz; y la picha de fraile es el nombre coloquial que emplean en algunas de estas zonas para designar la flor femenina de este.  


Imagen: pinsapo (Sierra de las Nieves) y flor femenina del pinsapo (picha de fraile) (Boissier). Fuente Wikipedia

 

Es evidente que el sentido recto de esta forma léxica –[picha = miembro viril] de [fraile = un religioso de ciertas órdenes, ligado por votos solemnes]– dista enormemente del que le atribuyen algunos hablantes de las zonas en las que vive este árbol.

Entonces, si la teoría lingüística afirma que la relación entre la lengua y la realidad no está motivada y la asociación entre una forma léxica y su significado es arbitraria, ¿por qué existen casos en los que se aprecia una motivación en su forma y uso?

Para arrojar luz sobre este asunto, podemos acudir a la lingüística cognitiva. Esta disciplina analiza las formas lingüísticas relacionándolas con los procesos cognitivos, a partir de lo cual ha demostrado que los hablantes utilizamos la lengua para estructurar la realidad y, para ello, nos valemos de procesos mentales que se acaban trasladando al lenguaje. En este sentido, las metáforas –“traslación del sentido recto de una voz a otro figurado, en virtud de una comparación tácita” (Diccionario de la lengua española, 2021 [2014])– son recursos que los hablantes empleamos habitualmente. 

Teniendo en cuenta esto, en la unidad léxica picha de fraile, se pueden identificar, al menos, dos metáforas conceptuales subyacentes que emanan de la forma que un grupo social y cultural tiene de concebir un aspecto de la realidad que le rodea.

La primera de estas metáforas –picha– es quizá la más evidente y en ella, se establece una relación entra la forma cilíndrica y erecta de estos frutos y el miembro viril. Sin embargo, la segunda metáfora –de fraile– no es tan clara. En este sentido, cabría plantearse que la atribución a este colectivo se debe a la semejanza que existe entre el color de las piñas y el de los hábitos que visten algunas órdenes religiosas, lo cual puede ser un punto de partida adecuado para entender mejor esta asociación. Como se ha apuntado más arriba, el pinsapo se extiende por unas pocas zonas del sur peninsular y una de ellas es la Sierra de las Nieves, en Málaga. En esta localización, se sitúa el Convento de Nuestra Señora de las Nieves, construido a finales del siglo XV y principios del XVI, y cuya custodia fue encargada a la orden de los Carmelitas Descalzos. Según la información que consta en la web Portal Carmelitano, el color sus hábitos ha sido tradicionalmente el marrón; de hecho, en Cuba se emplea la palabra carmelita para referirse a varias tonalidades del color marrón. Por tanto, cabría pensar que la metáfora subyacente se crea a partir de una comparación tácita entre el color de las vestiduras de esta orden y el de las piñas.

En resumen, las lenguas son sistemas autónomos que nos permiten estructurar la realidad y verbalizar el pensamiento, lo cual conlleva que, en ocasiones, los rasgos culturales e idiosincrásicos de un grupo social influyan y determinen la forma lingüística que designa algunos significados y conceptos.


Jesús Camacho Niño

jcnino@ujaen.es

Universidad de Jaén. Departamento de Filología Española. Área de Lengua Española

 

Alcázar Sánchez Ruiz

Propietaria de Floristería Vivero Alcázar


1. ¿Cómo llegaste a trabajar con plantas?

Desde pequeña, la naturaleza despertaba en mí unos sentimientos preciosos. Más tarde supe comprender que esa pasión venía por el amor que sentía por las plantas. Así, siguiendo mi instinto, decidí apostar por el mundo floral. En el ayuntamiento de Baeza (Jaén) —lugar en el que siempre he vivido—, se impulsó una promoción de cursos de jardinería en la escuela taller. Finalmente, con el apoyo de mi familia, me matriculé. Fue una promoción muy especial, ya que fui de las primeras mujeres que hicieron jardinería en Baeza. En su tiempo, era inusual ver a una mujer con un mono de trabajo realizando tareas en la calle. Gracias a este curso, que duró unos cuatro años, aprendí un gran oficio y del que actualmente estoy orgullosa. 

Después de estos cuatro años de formación, me contrataron como monitora de jardinería y estuve como profesora en una escuela taller en Andújar. Fueron unos años maravillosos, pero mi sueño era otro. Mi proyecto era montar mi propio negocio, tener mi propia floristería. ¡Bendita oportunidad! Las plantas es mi forma de entender la vida, es mi vida. 

2. ¿En qué consiste tu trabajo exactamente?

Tengo una floristería y un vivero. Es una empresa familiar con una larga tradición. Abrimos las puertas hace 30 años y aquí seguimos creciendo cada día un poco más. Mi trabajo consiste en la atención al público —con la realización de arreglos florales para eventos y ceremonias— y el mantenimiento de plantas ornamentales. Hasta hace unos años, en el vivero producíamos nuestras propias flores naturales. 

3. ¿Qué aporta tu trabajo a la sociedad? ¿Y a la cultura?

Algo que caracteriza mi trabajo es la felicidad y la alegría que aporta a nuestros clientes. Las flores y las plantas atraen numerosos beneficios a la mente humana. 

Para la cultura, mi trabajo permite que las tradiciones se mantengan. ¿Quién no tiene una flor de pascua cuando llega la Navidad? o ¿cómo imaginarnos un paso de Semana Santa sin flores? Las flores nos acompañan en todos los eventos, aunque en algunas ocasiones pasan desapercibidas. 

4. ¿Un lugar verde que sea especial para ti?

¡Muchos! ¿Cómo poder elegir uno? Si tuviera que elegir, me quedaría con mi vivero… Es el sitio en el que más tiempo paso y en el que puedo respirar la naturaleza de cerca. Pero, sin duda, no puedo olvidar otros sitios especiales de nuestra tierra, como el Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas o, un poquito más lejos, los jardines del Generalife de la Alhambra o el Jardín Botánico-Histórico de Málaga, en el que puedes disfrutar de un tranquilo paseo rodeado de la más exquisita naturaleza.

5. ¿Tienes un libro o una película sobre la naturaleza (flora) que te haya marcado?

No podría indicar ningún libro o película en especial. Al final, todos los libros y las películas relacionadas con el mundo vegetal me han hecho aprender algo nuevo.

6. ¿Algo verde para comer? ¿Y para oler?

¡Qué difícil es elegir entre toda la verdura solo una! Me encanta la verdura, pero elegiría el brócoli. ¡Qué rico!

Para oler, me quedo con las flores que tienen olores intensos que me devuelven a mi infancia. Por ejemplo, la violeta me recuerda a mi niñez y a los juegos en el patio de mi abuela. 

7. ¿Un deseo verde?

Me encantaría que todos respetásemos la naturaleza, que aprendiéramos a protegerla y sobre todo a amarla.