“De tener agallas va la cosa”

Muchas son las veces que hemos escuchado las expresiones: ¡hay que echarle agallas a la vida! o ¡ahí, con un par de cojones!, haciendo referencia a la valentía para afrontar ciertas situaciones en la vida.

Pero ¿cómo íbamos a imaginar que esas dos palabras agallas y cojones no solo están bastante ligadas la una a la otra metafóricamente, sino que además también están vinculadas al mundo vegetal? (al menos, la primera).

Sebastián de Covarrubias –Tesoro de la lengua castellana o española (1611)– y Joan Corominas y José Antonio Pascual –Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana o española (1980-1991)– proponen dos orígenes diferentes de la palabra agallas (en plural). Para Sebastián de Covarrubias procede del griego galeos y para Joan Corominas y José Antonio Pascual tiene un origen incierto, si bien, en ambos casos, se refieren al órgano respiratorio de peces y otros animales marinos, es decir, a las branquias.

La otra acepción sí que guarda relación con el mundo vegetal. Sebastián de Covarrubias señala que agalla deriva del latín galla y la define como “vicio que echan los árboles, como los robles, redondo, a manera de bodoques o bolas pequeñas” (1611, s.v. agalla). Por su parte, Joan Corominas y José Antonio Pascual la definen así: “excrecencia que se forma en el roble” (1980-1991, s.v. agalla).

Ciertamente, no son pocos los arbustos o árboles que, ante la picadura de diferentes tipos de insectos o por la acción de microorganismos, segregan unas protuberancias más o menos redondas a las que se les da el nombre de agallas. Si bien la mayoría de las agallas vegetales son abultamientos redondos o, más o menos, redondeados, hay excepciones como las del Pistacia terebinthus, cuyas agallas parecen asemejarse al cuerno de una cabra; de ahí el nombre popular dado a este arbusto: cornicabra.

Los rosales desarrollan agallas vegetales, las cuales nada tienen que ver con sus frutos –conocidos popularmente como escaramujos o tapaculos–; también tienen agallas las hojas de las encinas (Querqus ilex) y de las coscojas (Quercus coccifera), los lentiscos (Pistacia lentiscus) y cornicabras (Pistacia terebinthus), pero las agallas vegetales que más nos van a ayudar a comprender la relación entre la expresión tener agallas y tener cojones son, sin duda, las agallas de los robles, las cuales son redondas y tienen un tamaño considerable; como pelotas de golf o de pimpón.

A partir de la imagen anterior, seguro que nos es más fácil relacionar ambos términos: agallas y cojones. Esta relación es metafórica dado que la forma redondeada de la agalla tiene cierto parecido a la forma de un testículo, también de manera metafórica, el Diccionario de la lengua española (DLE) (2021 [2014], s.v. agalla) recoge el término agalla con el significado de ‘amígdala’. La otra relación es más eufemística, puesto que el DLE considera malsonante la palabra cojón o cojones y propone sustituirla por agallas, así que la expresión tener agallas puede interpretarse como versión suavizada de la expresión tener cojones.

Además de los múltiples usos que las personas hemos hecho de las agallas vegetales (tintes, sustancias para encurtir, medicinas, etc.) y relacionándolo con los conceptos de valor y fortaleza, no puedo evitar hacer mi propia interpretación de las agallas de las plantas, como un símbolo de los muchos que nos ofrece la naturaleza de resiliencia, es decir, de capacidad para seguir adelante y sobrevivir a las adversidades y de relación simbiótica beneficiosa y de cooperación, pues parece que algunas agallas, con sus formas y colores rojizos como las de los lentiscos o cornicabras, atraen a los insectos polinizadores, ya que las flores de estos arbustos son muy pequeñas y poco llamativas, y con las agallas que se desarrollan adheridas a las raíces de las plantas se establecen relaciones de mutuo beneficio.

Para terminar, en ocasiones, humanos y plantas necesitamos tener agallas o tener cojones para lidiar con esto que llamamos o conocemos como vida y quizá nos iría mejor si antes de considerar como competencia o enemigo lo que tenemos cerca, lo viéramos como una ayuda para nuestra propia supervivencia.

 


Trinidad de los Ángeles

Antropóloga Social y Cultural, Etnobtánica, Experta Universitaria en Cosmética y Demofarmacia

Gestora del blog www.etnobotanica.net

Miembro de la cooperativa Corazón Verde, www.corazonverde.org

 

 

 

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