"Consejos para caminar entre versos y plantas. 
A propósito de un poema de Clara Janés"

Con la fuerza de un torrente, se suceden en cascada los siguientes versos de la poeta, novelista, traductora y académica Clara Janés:

 

[1]

La menta y el espliego y el romero, 

el hinojo, la salvia, la ajedrea, 

el tomillo, la malva, el estragón, 

el anís estrellado y el poleo, 

la angélica y el boldo, la violeta, 

la ortiga y el llantén, la celidonia, 

la maría luisa y la verbena 

la tila, el azahar y la artemisa, 

la manzanilla, el brezo, la borraja, 

la amapola, el helenio, el malvavisco 

y también la cicuta.


Se recomienda leerlos despacio, en voz alta a ser posible, apreciando aromas y dejando emerger recuerdos ¿infantiles? (Que cada cual diga). Es imprescindible respetar las pausas, siguiendo el tempo de polisíndeton y asíndeton, aprovechando el soplo del viento mientras juguetea –imaginemos– entre tiernas hojas y tallos enhiestos, sonrojado por el verde paisaje que le observa. Pero que nadie se engañe. No se trata de una retahíla de términos extraídos de un tratado de herbología, ni del inventario de la alacena de un botánico. Habrá que seguir leyendo. Toparemos con significativas ausencias pues en estos versos no hay más figuración que la palabra desnuda, que la naturaleza esencializada en unas cuantas plantas arracimadas sin verbo ni adjetivo, sin más ponderación que el poder evocador de su fragancia o que el misterioso atractivo de sus secretos medicinales o salutíferos.


A vista de pájaro, veremos once versos y casi una treintena de hierbas enumeradas en letanía, como canto celebrativo de la naturaleza y lo cotidiano, constancia de la vida y su reverso. Atentos todos al savoir faire del verso blanco, con su gustosa cadencia surgida de espaldas a la rima. Resuena el eco de la sexta sílaba en el tránsito acompasado de un endecasílabo a otro. Una y otra vez, una y otra vez, hasta contar diez, porque al final el último verso se quiebra, por mor de la cicuta y su ponzoña, como se quiebra la propia vida en el verso final por causas del destino.


Con todo, habrá quien diga que solo son plantas, que solo son versos. Si es así, se recomienda leerlos despacio, en voz alta si es posible…



[1] Quinto de los ocho fragmentos del poema “Convite”, incluido en el poemario Vivir con el que Clara Janés obtuvo el Premio Ciudad de Barcelona en 1983, año de su publicación (Madrid, Hiperión). Fue reeditado en 2009 (Madrid, Huerga & Fierro).


Cristina Castillo Martínez

ccastill@ujaen.es

Universidad de Jaén. Departamento de Filología Española. Área de Literatura Española

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